En estas fechas que conmemoran la festividad del Apóstol Santiago, resurgen y afloran unos recuerdos de un tiempo remoto, cuando un gran avatar vino al mundo para dar luz, amor y conocimiento de Cristo.
Llenó mi vida de alegría y felicidad, por ser uno de los grandes Maestros del Conocimiento Universal que con su nacimiento iluminó
Y ha vuelto a renacer de nuevo, hallándose entre nosotros desde hace algún tiempo, compartiendo y preparando el gran retorno de Cristo.
Aún siendo un gran avatar, debo decir para desgracia de muchos de sus adoradores y seguidores, que no han sabido percatarse de su insigne presencia. Puesto que tuvo lugar un encuentro con sus más fervientes creyentes y admiradores, dedicados al conocimiento y sabiduría universal de “Krishna” y no le reconocieron.
Me apena saber, que todos los que presumen de ser sus más fieles e incondicionales en
La historia se repite como en un tiempo ya sucedió con los judíos, que esperaban al Mesías y no le vieron como tal. Así mismo ha ocurrido con él, en este periodo actual, rechazando su gran personalidad y carisma. Tan sólo se han quedado con la parte humana.
Luego dicen ser acérrimos devotos a su deidad, conocedores, depositarios y entregados a su mensaje, aceptando ser sus divulgadores, que con inmenso fervor lo transmiten a los demás, extendiéndolo por todas partes para conseguir el máximo de adeptos.
El discurso de éstos, suele ser bastante atrayente, para los que conservaban las tradiciones, pero cuando éste, se presenta con el Maestro, en el plano de la realidad no saben distinguir una de otra, convirtiéndola en una soberana y monótona rutina. Despreciando la verdad en su real naturaleza y contradiciendo la tan ansiada espera, no dándose cuenta que ya se ha culminado, quedando en el ambiente una ligera brisa de bienestar y nada más.
Es como una ráfaga de viento que pasa por delante de uno, sin enterarse de lo sucedido.
Lo mismo les ha pasado, desde siempre a los hijos del cielo, que están entre los hombres y éstos los ignoran, ridiculizan y lo que es peor, los desprecian como si fueran apestados o locos viandantes.
El Eterno Mutante