Devoción a la Inmaculada
La devoción a Nuestra Señora está tan difundida que abarca diversas épocas del año y se extiende por toda la geografía de España: Conmemorando en las fiestas patronales su santo nombre.
A su bondad materna, así como a su pureza y belleza virginal se dirigen los hombres de todos los tiempos y de todas las partes del Mundo en sus necesidades y esperanzas, en sus alegrías y contratiempos, en su soledad y conveniencia.
Por ello, entre muchos cristianos tenemos razones para honrar a la Madre del Señor, “María”, escogida desde la eternidad para ser el habitáculo de su luz. Es nombrada la llena de gracia, la siempre Virgen, cuya fe obediente se convierte en primicia y modelo de la fe cristiana. La única mediadora de Jesucristo que intercede por nosotros. La Mujer que ya en Canaán pide a su Hijo su intervención.
Saludándola como bienaventurada no hacemos otra cosa que reconocer la grandeza de Dios, cuyo poder obra maravillas en sus criaturas.
“Al Inmaculado Corazón de María”. Se invoca a la Santísima Virgen como alivio de los que sufren. Aligerando la carga, haciéndola menos pesada, mitigando la fatiga y la aflicción.
Si pensamos en Cristo, sobre todo en su Pasión, describiremos a María como el único bálsamo, que desde la Tierra consuela a nuestro Redentor.
La Virgen está junto a la cruz de su Hijo, firme en la fe, la esperanza y el amor.
No falta en el Mundo, ni en nuestra propia existencia el sufrimiento. El mensaje de Cristo es de alegría y esperanza, porque confiesa su victoria sobre el mal el dolor y la muerte. Pero es también consuelo y cura del doliente.
Abrirse al sufrimiento de los demás e intentar en lo posible aligerar su carga nos hace crecer humanamente y nos asimila al hombre perfecto.
Meditar sobre este aspecto, participando en el dolor de la Virgen. Y sed conscientes de vuestras acciones.
Cuando llega el mes de Septiembre, ya ceden los rigores del verano y hayáis puesto fin a vuestras vacaciones, entonces “Acordaros del fruto de la higuera” y pensad en la parábola del Señor.
El Eterno Mutante
Jacobo